sábado, 15 de noviembre de 2008

VIENTO DEL NORTE


Ni donostiarra naiz. Ez naiz euskalduna, bainan “euskotarra” bai...
Soy donostiarra. No hablo euskera, pero soy vasco. Sí...

Soy un aborigen donostiarra, nacido a mediados del siglo XX de la era judeo-cristiana, en la antiguamente conocida, según algunos, como Oeaso.

Soy “grosero” (del barrio de Gros), donostiarra (nacido en Donostia-San Sebastián) como mi madre y como mi padre (Mi abuelo paterno nació en la calle Puerto del casco viejo donostiarra), guipuzcoano, vasco, vasco-navarro (mi abuelo materno nació en el casco viejo de Pamplona, y en su compañía desarrollé una intensa relación emocional con los territorios de las riveras del Bidasóa, desde Endarlaza hasta Santesteban), medio español y medio “gabacho” (mi bisabuelo materno era francés, y Lancelot...), estoy emparentado también, entre otros, con los indígenas de la pampa (mi abuela paterna nació en Argentina, hija de emigrantes guipuzcoanos) y de Norteamérica (antepasados franceses emigraron a Canadá y a Estados Unidos, y descubrieron, entre otras cosas, que les gustaban “las indias”...) Soy europeo y sé que tengo parientes consanguíneos en todos los continentes, en todas las culturas y en todos los subconscientes colectivos...
Huérfano de madre antes de llegar a la adolescencia, mi figura materna de referencia ha sido la madre de mi madre, mi abuela materna, nacida y criada en un caserío próximo al río urumea, entre las faldas del Jaizkibel y las cuevas de Landarbaso.
Con los años he desarrollado una fuerte relación emocional con mi territorio de nacimiento o territorio-madre, expresión personal del arquetipo materno de la Madre Tierra. Y entiendo que el espíritu de mi “matria”, nace de la realidad territorial de San Sebastián-Donostia como mi ciudad-madre.
Soy fruto de mi espacio y de mi tiempo. En la cultura vasca, al igual que en muchas otras culturas aborígenes, el “Arquetipo Materno” se extiende, además de a la madre biológica, a otros númenes protectores y destructores, tales como la Madre Tierra, la Naturaleza, la patria o más bien la “matria”, la Diosa Mari...
Dice Mircea Eliade que: “Entre los actuales europeos sigue vivo el oscuro sentimiento de una misteriosa solidaridad con la tierra natal. No se trata de un sentimiento profano de amor a la patria o a la provincia; tampoco es admiración por el paisaje familiar o la veneración de los antepasados, enterrados durante generaciones alrededor de las iglesias de los pueblos. Es otra cosa: la experiencia mística de autoctonía, el sentimiento profundo de que se ha emergido del suelo, de que se ha sido parido por la tierra, de la misma manera que la tierra ha creado, con incansable fecundidad, rocas, ríos, árboles y flores. Ese es el sentido en que se debe comprender la autoctonía: uno se siente parte de las gentes del lugar, y es una sensación de estructura cósmica que sobrepasa con mucho la solidaridad familiar ancestral.”

Sí, los aborígenes somos así. Y no solo en Europa, la autoctonía es un sentimiento experimentado por las culturas indígenas en todo el mundo.
Una de las formas arquetípicas genuinas de nuestra cultura vasca es esa forma sin contenido que es el espacio vacío. El cromlech es un círculo de piedras que delimita un espacio vacío y sagrado. Cuando el artista prehistórico se situaba fuera, veía dentro el útero materno arquetípico, el Gran Hueco-Madre del cielo, el Gran Misterio...
En palabras de Jorge Oteiza: “Antes desde lo figurativo, el cazador mágico del paleolítico sujeta la imagen del animal (el bisonte-historia) en sus pinturas rupestres del interior de su refugio natural. Ahora, desde lo abstracto, en este cromlech neolítico, inventa el artista, en el mismo espacio exterior de la realidad, la habitación para su raíz metafísica, la intraestatua –almario-, su intrahistoria, que diría Unamuno. El hombre se ha puesto fuera de sí mismo, fuera del tiempo. Solución estética –razón religiosa- de su suprema angustia existencial”.

La mayoría de las personas que conozco no solo no se interesan por estas cuestiones, sino que les traen al pairo. Soy raro, lo sé. Tengo una gran vena trascendente, lo sé. Algunas personas próximas me lo han llegado a echar a la cara, como si fuera algo malo. Pero que le vamos a hacer, soy librepensador y libresentidor...

VIENTO DEL SUR


Nací en un país gobernado por una dictadura militar de origen fascista, crecí en un país gobernado por un dictador que se hacía llamar “el caudillo” y “el generalísimo”, y mi adolescencia se desarrolló en el caldo de cultivo de ese régimen militarista, que entre otras muchas peculiaridades represivas hacía gala de prohibir el uso y el estudio del euskera...
La realidad es compleja. Y las personas pensamos, en general, con palabras. Con palabras dibujamos el mapa de la realidad que percibimos, sabiendo, en el mejor de los casos, que el dibujo que elaboramos está incompleto. Y cuando utilizamos el mapa para orientarnos, tendemos a confundir el mapa con el territorio...
Dado que la realidad es una elaboración cultural, a veces me pregunto hasta qué punto es posible que el hecho de pensar en una u otra lengua, pueda suponer una u otra forma de percibir la realidad...
Como muchos otros vascos de mi generación sufro una cierta dislexia a la hora de “leer” la realidad que se despliega ante mí. Tengo atrofiada mi capacidad de sentir y de pensar la realidad en mi lengua ancestral. Sí, soy fruto de mi espacio-tiempo...
Pero la atrofia de mi capacidad para percibir y dibujar el mapa de la realidad que se despliega ante mis limitados sentidos, también, y sobre todo, está profundamente condicionada por la hipnosis colectiva en la que vivimos los miembros de la cultura urbano-consumista que controla y dirige el destino de nuestro planeta.

VIENTO DEL ESTE


Según José Miguel de Barandiarán en una etxe (casa) no solo viven los actuales inquilinos, también la habitan los espíritus de los antepasados.
La Tierra es la casa (etxea) de las culturas indígenas. En la Madre Tierra no solo viven los vivos (valga la redundancia), también habitan en ella los espíritus de los antepasados.
El mítico Noah Sealth (Jefe Seattle) de la tribu Dwamish del Nor-Oeste de los Estados Unidos, dejó dicho a mediados del siglo XIX lo siguiente: “Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. El no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro, ya que es un extraño que llega de noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemiga, y una vez conquistada sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle. Le secuestra la tierra a sus hijos. Tampoco le importa, tanto la tumba de sus padres como el patrimonio de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se compran, se explotan y se venden como ovejas o piedras de colores. Su apetito devorará la tierra, dejando atrás solo un desierto”...
Para los no-indígenas la tierra no es su casa, no es su etxe... Para un no-indígena la tierra es algo ajeno a su espíritu y a los espíritus de sus antepasados. Cuando los gobernantes de los Estados Unidos de Norte América hablan de las tribus indígenas de Norte América, se sitúan fuera de lo que están nombrando. Esto quiere decir que Estados Unidos está gobernado por no-indígenas. Y como el mundo globalizado está dominado por el poder que ejercen los Estados Unidos, podemos concluir que este planeta está gobernado-dirigido por los no-indígenas estadounidenses. Esto quiere decir que la Madre Tierra está siendo gobernada por unos no-indígenas, cuyos espíritus no se sienten vinculados a la etxe común de la especie humana...

Tal vez esta sea una de las razones que pueden explicar “el modo de vida americano”. Un modo de vida basado en un capitalismo desaforado que fomenta el consumo a toda costa, incluso a costa de las condiciones de habitabilidad de nuestro planeta. Un modo de vida insostenible, que si reprodujera toda la humanidad, requeriría de varios planetas más para poder ser viable.

VIENTO DEL OESTE




Decía Carl Gustav Jung que: “Cabría decir que el término “religión” expresa la particular actitud de una conciencia transformada por la experiencia de lo numinoso... Lo numinoso es, o la propiedad de un objeto visible, o el influjo de una presencia invisible que producen una especial modificación de la conciencia...
Soy un agnóstico con la espiritualidad muy desarrollada. Yo no creo en un Dios, ni en una Diosa, ni en una miríada más o menos numerosa de ell@s. Creo en un Universo del cual siento que formo parte. Porque previamente creo en la Tierra de la cual siento que formo parte. Porque con anterioridad creo en la comunidad de los seres vivos de la cual siento que formo parte. O dicho de otra forma: El sentirme parte de la comunidad de los seres vivos, me hace sentir que soy parte de la Tierra, y esto me hace sentir que soy parte del sistema solar, de la galaxia, del Universo, del Todo...
Mi espiritualidad está asociada a mi percepción de ser parte del territorio y del colectivo humano que en el habita. Y a sentir que los representantes actuales de este colectivo vivimos en algo así como la sección transversal en el tiempo presente, de un continuo que se extiende hacia atrás en el espacio-tiempo pasado y hacia delante en el espacio-tiempo futuro...
Mi espiritualidad nace de mi conexión con la tierra de mis ancestros...
Sí, soy un indígena, un aborigen...

OTROS VIENTOS...